En estás líneas planteamos un tema que debería ser discutido no sólo desde la complejidad de la arista política o técnica, sino desde la sencillez y amplitud de lo humano, y es que uno de los desafíos que nos trajo la globalización experimentada en las últimas décadas es la creciente necesidad de crear y desarrollar recursos de información que permitan, desde lo regional, vincular a los ciudadanos con la toma de decisiones. Por un lado enfrentamos una realidad en la que el cambio climático está provocando alteraciones en los patrones climáticos a nivel mundial, lo que a su vez está generando fenómenos extremos que afectan la disponibilidad de recursos como el agua para el uso diario y por otro lado una aparente desconexión cultural en la población en general por tomar una responsabilidad activa en el cuidado del líquido vital.
En este sentido el agua no debe jamás de perderse del foco de los Gobiernos, porque si bien es un recurso fundamental para el desarrollo socioeconómico de cualquier región, factores como la rápida y descontrolada urbanización, la alta concentración de población, el aumento de la actividad agrícola y la degradación del suelo están causando escasez y contaminación de las fuentes de agua potable que al parecer el ciudadano promedio suele olvidar que es un recurso finito. Según datos de UNICEF (2022), aproximadamente el 74% de las catástrofes naturales ocurridas entre 2001 y 2018 estuvieron relacionadas con el agua, incluyendo sequías e inundaciones. Además la ONU (2022) plantea que el número y la duración de las sequías en el mundo han aumentado un 29% desde el año 2000, lo que lleva a estimar que para el año 2050, al menos 1 de cada 4 personas vivirá en un país afectado por una escasez crónica y recurrente de agua.
La idea contemporánea de Ciudad parece encarnar una profunda ironía, pues como proyecto civilizatorio, las ciudades se conformaron como un refugio para que los individuos se resguardaran de las amenazas del entorno, así como brindar en comunidad garantías básicas para el cuidado y desarrollo de la vida humana, sin embargo, en la actualidad las ciudades se han convertido en un riesgo en sí mismas. La ciudad contemporánea se ve cada vez más imposibilitada de proveer bienes y servicios esenciales como el alimento, la vivienda, la salud, la energía, el trabajo, la movilidad, etc., para toda la población, siendo el desabasto de agua uno de los compromisos más urgentes.
Desde la Revolución Industrial los desarrollos urbanos han estado en constante desarrollo, al punto que actualmente habitamos espacios altamente complejos, producto de todo ese devenir de cambios vinculados a todas las dinámicas sociales, económicas y culturales de la modernidad tardía; esta complejidad y sus evidentes contradicciones, que han generado una diversidad de conflictividades en las ciudades, han abierto a debate la viabilidad o inviabilidad de estos sistemas urbanos actuales, porque en efecto, parecería que ahora son una de las fuentes principales de riesgos no sólo ambientales, sino también sociales, económicos y políticos.
Cuando ocurre una crisis de esta magnitud los gobiernos deben informar a los ciudadanos de los riesgos a los que se enfrentarán, esta "comunicación de riesgos" se basa en la difusión de información para ayudar a las personas a comprender las causas de la crisis, la amenaza, el nivel de alarma y las medidas que se deben tomar para reducir los daños. Sin embargo, uno de los desafíos para los gobiernos es comunicarse de manera efectiva y eficiente con los ciudadanos. Si bien en términos generales los elementos de la comunicación se usan y se sostienen, por ejemplo: emisor, receptor, mensaje, código, retroalimentación, etc., es pertinente señalar con un segundo nombre las condiciones específicas en las cuales estos elementos generales de la comunicación están operando. Así el fenómeno comunicativo que sucede en contextos de la administración pública del Estado deberá ser estudiado desde su particularidad, tomando en cuenta elementos, conceptos y metodologías propias del contexto de comunicación.
Si bien es digno de aplaudir el esfuerzo de la administración actual en el Gobierno de Nuevo León (Entidad lejos de tener exclusividad en cuanto a este tipo de problemáticas) por invertir de manera histórica en la infraestructura necesaria para subsanar la problemática hasta el año 2050, es una realidad que si no se apresura el proceso de crear una cultura de consumo hídrico distinta y que vincule a la sociedad, a la iniciativa privada y al Gobierno, más allá de la campaña “Ciudadanos de 100” (Misma que hace referencia a los 100 litros que se recomiendan para el consumo personal de cada ciudadano al día), esa fecha podría modificarse y aproximarse mucho antes de lo planeado, provocando así que los neoleoneses experimenten nuevamente, y quizá de manera más profunda, un crisis como las ocurridas en Ciudad de México; en Sao Paulo, Brasil y en Ciudad del Cabo en África, por mencionar algunas.
Y es por eso que sostenemos que la comunicación gubernamental atraviesa una coyuntura única que le permite jugar un papel fundamental en el desarrollo de la solución a esta problemática. ¿La receta? No existe. ¿La responsabilidad? Es compartida, pero con un ligero sesgo cargado a la administración. Mientras esto sucede cuidemos el agua. Iniciemos por reflexionar sobre nuestro consumo y en ser conscientes del problema que heredaremos a futuras generaciones.
Dr. Rafael Páramo.
Director de Unidos por una Multimedia Educativa y Cultural, UXMEC.
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